INSTITUTO DE INDOLOGÍA

SHATAKATRAYAMA

Bhartrihari

 

No hay planta en este mundo tan dulce
ni tan amarga como ella.
Los frutos de su árbol son ambrosía
cuando está enamorada
y veneno cuando no lo está.

*          *         *

Si el bosque de su cabello
te incita a explorarlo
y las blancas montañas de sus pechos
tientan a tu mano montañera,
detente antes de que sea tarde:
el bandido Amor está acechando.

*         *         *

Ella no precisaba maestro
en el arte de usar su femineidad
para conquistar el corazón del hombre.
A los incólumes pétalos rojos del lirio
se acerca libremente la abeja,
ansiosa por quedar apresada.

*         *         *

Mejor que una armadura
la paciencia te guarda del daño.
¿Para que buscar otros enemigos
si tienes ira dentro de ti?
Los amigos son tu remedio contra el peligro.
¿Para qué pides que te caliente el fuego
si tienes el amor de los tuyos?
¿Qué mordedura de serpiente
puede compararse a la maledicencia?
¿Para qué sirve la riqueza
si ya el saber da la felicidad?
¿Para que adornarse con joyas,
estando ya adornado de modestia?
¿Por qué envidiar a los reyes
si nos acompañan las musas poéticas?

*         *         *

¡Oh, príncipe! Cuando ordeñes la vaca del Estado
deja primero al pueblo beber su parte.
Sólo cuando los hijos se sacien
dará frutos el árbol de la Tierra
para llenar a rebosar tu plato.

*         *         *

Los ignorantes se conforman con poco
y los razonamientos convencen a los sabios.
Pero para doblegar la soberbia
de los falsos eruditos
no es bastante toda la sabiduría de los cielos.

*         *         *

Somos niños durante el primer acto;
jóvenes enamorados, durante el segundo:
primero somos pobres y ricos luego.
En el último acto,
con arrugas y doblegados por los años,
finalizamos la comedia
que se inició con nuestro nacimiento
y desaparecemos tras los telones
de la comedia de la vida.

*         *         *

Aquella en quien siempre pienso
no piensa en mí, sino en otro
que, a su vez, no la ama a ella,
pues prefiere a otra mujer.
Y una pobre niña suspira por mi.
¡Malditos sean ella y él,
y la otra mujer,
y yo, y la niña
y el amor!

*         *         *


A la Tierra, mi madre; al Aire, mi padre;
a mi amigo, el Fuego; a mi prima, el Agua
y al Éter, mi hermano; a todos vosotros
os doy mi adiós. Os agradezco
vuestra mercedes para conmigo
durante el tiempo que pasamos juntos.
Ahora, mi alma
esta límpida y tiene conocimiento
y vuelve
al gran Absoluto de donde surgió.

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