INSTITUTO DE INDOLOGÍA

EL SANSCRITISMO ESPAÑOL

Enrique Gallud Jardiel

 

 

           La ojeada histórica a los estudios de sánscrito en España puede comenzar, a título de curiosidad, con la mención de Enrique Zariquey, quien, a fines del siglo xvi, publicó una gramática y un diccionario de lo que él denominó «la lengua de Comorín». En realidad, hasta el siglo xviii no se consiguió en la península reunir material para una gramática sánscrita, lo que hizo el misionero jesuita F. Pons.

          En otros países de Europa el estudio del sánscrito progresó más que en España y surgieron en el campo de la gramática nuevas teorías inspiradas en las doctrinas de Pânini y Patañjali. H. T. Colebrooke inició el estudio del sánscrito sobre fundamentos científicos y en 1786 William Jones habló por primera vez de una lengua madre común al latín y al sánscrito ya perdida: el indoeuropeo. En España, los estudios filológicos sobre este tema tomaron verdadero impulso gracias a Lorenzo Hervás y Panduro, sin duda uno de los sabios más justamente afamados de su época y quien fue el primero en sentar el principio más capital y fecundo de la ciencia filológica: que la clasificación de las lenguas no debe fundarse en la semejanza de los vocabularios, sino en el artificio gramatical. Sus obras importantes son un Vocabulario políglota (1787) y, sobre todo, su Catálogo de las lenguas de las naciones conocidas, y enumeración, división y clases de éstas según la diversidad de sus idiomas y dialectos, obra aparecida de 1800 a 1805 y en cuya segunda parte se trata del sánscrito, de los prácritos y del palî, así como de sus idiomas derivados.

           A principios del siglo xix Franz Bopp creó la ciencia de la filología comparada (1816) y abrió en toda Europa nuevos campos para el estudio de las lenguas extranjeras. En 1856 se inició la enseñanza de la lengua sánscrita en la Universidad Central de Madrid, tras años de presión por parte de los seguidores de la escuela de Hervás. La fundación de esta cátedra fue muy bien recibida en los círculos intelectuales y se escribieron artículos elogiando esta iniciativa de la universidad.

          Contando ya con un foro en el que desenvolverse, los estudios sobre el sánscrito llegaron a su gran apogeo con el orientalista Francisco García Ayuso quien, aparte de su labor como filólogo, hizo las primeras traducciones de obras capitales como Shakuntalâ, etc., y diversos ensayos sobre budismo. García Ayuso escribió un tratado sobre la transcripción de las voces sánscritas y varios estudios críticos de gramática comparada, destacando entre ellos El estudio de la filología en su relación con el Sánskrit (1871), obra que también fue muy bien acogida.

          Vienen a continuación todos los seguidores de García Ayuso, quienes, en los últimos años del siglo, completaron admirablemente la labor de su maestro. Han de mencionarse los nombres de T.H. Pardo de Tavera, Julio Cejador y Frauca, Ángel Amor Ruibal (quien destaca por su estudio de los problemas fundamentales de la filología), Juan Gelabert y Gordiola (autor de un Manual de lengua sánscrita, 1890) y Francisco María Rivero (Gramática elemental del sánscrito clásico, 1881). Esta generación de especialistas escribió diversos manuales de sánscrito con estudios sobre el desenvolvimiento histórico-literario de la lengua, así como trabajos sobre la fonética del sánscrito, sus declinaciones, sus sufijos y otros aspectos.

          Al iniciarse el presente siglo surge otra figura destacada en estos estudios: José Alemany Bolufer. Su libro De la lógica y de la gramática o del orden de las palabras en la lengua indoeuropea (1909) se tradujo a muchos idiomas europeos y marcó un hito en los estudios de las fuentes del sánscrito y otras lenguas hermanas. Alemany Bolufer llama al indoeuropeo «la lengua aria» y publica en 1925 un interesante libro sobre ella, sus dialectos y los países en los que se habla. Tras Alemany vienen dos humanistas y conocedores del sánscrito, que divulgaron en la cátedra y en los libros las nuevas corrientes de la lingüística y que, al mismo tiempo que vertían al castellano obras sánscritas, reunieron material bibliográfico del indoeuropeo, encauzando estos estudios en España. Son Mario Daza de Campos y Pedro Urbano González de la Calle. Ambos se dedicaron a la difusión del indoeuropeo y trabajaron en colaboración con especialistas del extranjero.

          La segunda mitad del siglo contempla un retroceso en esta área de investigación y un menor interés institucional sobre el tema. Una de las últimas grandes figuras del sanscritismo en España es Francisco Rodríguez Adrados quien, entre otras muchas, ha dado a la imprenta tres obras de gran importancia: Védico y sánscrito clásicos, con gramática, textos anotados y vocabulario etimológico (1953), Evolución y estructura del verbo indoeuropeo (1963) y Estudios sobre las sonantes y laringales indoeuropeas (1973). En las últimas décadas sus seguidores han publicado estudios sobre los casos del indoeuropeo, el sistema pronominal, el adverbio o diversas formas verbales. En 1972 apareció otra gramática, Sánscrito elemental, de Sergio E. Acosta, y se están haciendo cada vez más traducciones de diversas obras clásicas, aunque sigue siendo éste un terreno que está en gran parte aún por conocer.

          En la actualidad, la figura destacada del sanscritismo español es Óscar Pujol Riembau, autor de un excelente Diccionari sànscrit-català y de numerosos estudios sobre obras clásicas.

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